Sierva de Dios Pura Rosa del Carmen Olmos
Secundina Guadalupe Olmos nació el 26 de febrero de 1896 en la casa de sus padres Don Pío Cruz Olmos y Clarinda Campos, ubicada en el paraje de La Cañada (actual Villa Giardino), Provincia de Córdoba. Fue bautizada el mismo año en la capilla Nuestra Señora de la Merced, de la misma localidad.
El padre de Secundina se dedicaba a las tareas de labranza, mientras que la madre atendía a los 11 hijos del matrimonio. En 1898 la familia se trasladó a la zona de Las Minas, próximas al Cerro Uritorco (Córdoba). Allí vivió Secundina hasta los 12 años, colaborando con las arduas tareas domésticas que incluían el acarreo de agua desde el arroyo, el acopio de guano y su secado al sol, el alimento de las aves de corral, la fabricación de jabón, velas, preparación del pan, charqui, secado de frutas, hilado de lana, entre otras. En 1904 la Sierva de Dios fue confirmada en la Capilla de San Roque en la localidad de San Jerónimo (actual La Cumbre) por el obispo auxiliar de Córdoba Mons. Filemón Cabanillas.
En la primera década del siglo XX, se trasladaron a la localidad de Jesús María para terminar la escolaridad obligatoria. Con el tiempo la joven Secundina fue manifestando habilidades manuales, especialmente en el campo de los ornamentos florales y por tal motivo fue enviada a la ciudad de Córdoba para estudiar en la Escuela Profesional que dirigía la prestigiosa docente Julia Funes de Bonet.
En 1917 solicitó ser admitida al postulantado de la Congregación de las Hermanas Carmelitas de Santa Teresa de Jesús (Arg.) En diciembre de 1918 Fray Rafael de Santa Teresa le impuso el Hábito y el nombre de Pura Rosa del Carmen. En 1920 fue admitida a la primera profesión. En 1926 emitió sus votos perpetuos.
Como religiosa desempeñó los oficios de Maestra de Novicias, Maestra, Consejera General, secretaria, Rectora y vicerrectora, ropera, proveedora, y portera. Murió en la Casa Madre como consecuencia de una neumonía, el 28 de julio de 1965 a los 69 años de edad.
La Sierva de Dios vivió como heredera de la obra y el espíritu de Fray José Antonio de San Alberto fundador de las Hermanas Carmelitas de Santa Teresa de Jesús (Arg). Su vida estuvo marcada por la entrega generosa en clave de misericordia, de ternura y compasión hacía todos. Sus gestos, su cercanía, su fraternidad han quedado impresos en la memoria de todos los que la conocieron, y hoy son motivo de esperanza para quienes confían en su intercesión. En tiempos de sinodalidad, esta humilde Sierva de Dios, resplandece -con su serena sencillez evangélica- caminando junto a otros, e inspirando nuestro camino común, como Iglesia.
“Todo se hace más fácil si lo hacemos para agradar a Dios”
Hermana Purita